Barcelona, 9 de la mañana del 28 de octubre de 1848. El maquinista Tom Ros hizo historia al ejecutar una acción que con el tiempo se convertiría en muy habitual: abrir el regulador de una locomotora de vapor para transportar a personas de un lugar a otro. Sin embargo, aquel no fue un viaje cualquiera ni su locomotora una máquina cualquiera.
El maquinista tenía en sus manos la locomotora Mataró y aquel era el viaje inaugural del primer ferrocarril español construido en la Península con tracción mecánica. Unía, como todos bien sabemos, el municipio homónimo con la Ciudad Condal.
La revolución no fue precisamente pequeña. Hasta ese momento, la manera más rápida de desplazarse en España era el caballo. El transporte de viajeros se limitaba a lentas, incómodas y muy caras diligencias en las que viajar no estaba exento de peligros. Las mercancías, por su parte, se transportaban en carruajes en condiciones similares.
El ferrocarril no sólo permitió reducir los tiempos de viaje. Aumentó la seguridad y gracias a la posibilidad de remolcar varios coches o vagones por cada tren, también se incrementó la capacidad de transporte por cada viaje realizado.
Todo esto ha sido vital para construir la sociedad en la que vivimos hoy. Sin el ferrocarril no se hubieran producido los avances industriales y tecnológicos que han llevado al mundo a ser el que es hoy.
Han pasado 175 años de aquel momento. Ese día el ferrocarril era el futuro y estoy seguro de que nadie en aquel momento se imaginaba cómo iba a evolucionar e influir este medio de transporte. Casi dos siglos después el ferrocarril sigue siendo el futuro, la única solución para seguir transportando grandes cantidades de personas y de mercancías reduciendo de manera considerable el impacto ambiental.
Este medio de transporte ha salido al rescate de un planeta intoxicado y enfermo a causa del impacto de la actividad humana. No hablo sólo de las ya de por sí dañinas emisiones de gases de efecto invernadero, también hay que tener en cuenta otros factores como la contaminación acústica, la fabricación y desechado de neumáticos o la congestión de las calles y caminos que en su día eran para la gente.
Cada día somos más las personas que habitamos el planeta y que necesitamos desplazarnos y consumir productos fabricados lejos con materias primas que pueden venir de aún más lejos. Sólo un medio de transporte puede hacer frente a tanta demanda: el tren. Casi todos los países lo tienen claro y en la UE se están redoblando los esfuerzos por potenciar su uso como eje vertebrador de una movilidad cero emisiones en la que todos los medios de transporte tienen su papel. Estos esfuerzos se están transformando en un aumento muy grande de la demanda. En 2022, 440 millones de personas utilizaron el ferrocarril para desplazarse en España en lugar de usar otros medios de transporte menos eficientes y respetuosos con el único hogar que tenemos, la Tierra. De ellos, 33,2 millones lo usaron para sus viajes de largo recorrido, especialmente, gracias a la red de alta velocidad que, de una vez por todas, se empieza a aprovechar.
Hay un gran consenso en que hay que seguir potenciando el trasvase modal al ferrocarril a pesar del perjuicio que esto pueda ocasionar a determinados intereses eco-nómicos. De la misma manera en la que en 1848 todo el entramado económico que giraba entorno a los viajes en caballo tuvo que moldearse a unos nuevos tiempos que nos han traído la mayor prosperidad de la historia de la humanidad.
Porque el ferrocarril es el futuro, felices 175 años de futuro en España.
Y gracias a todas las personas que lo habéis hecho, lo estáis haciendo y lo vais a hacer posible.
Miguel Bustos.
Director de Trenvista.