OPINION.- Esta semana, el importante ferrocarril metropolitano de la capital de España, que a diario usan millones de personas, ha estado en boca de muchos. Y no ha sido, como nos habían acostumbrado, por inauguraciones de nuevos tramos o estreno de trenes nuevos. Lamentablemente, si en Internet el término Metro de Madrid ha estado muy presente estos días, es por sendos descarrilamientos el martes en Fuencarral y el jueves en Nuevos Ministerios.
En el primero de ellos el tren llevaba viajeros aunque, afortunadamente, fue a última hora y mientras circulaba a baja velocidad. El segundo, aunque fue en la línea 10, se trató de un tren de la línea 8 que iba de traslado a cocheras. Pero si algo doloroso tienen en común ambos accidentes, aparte de que tuvieron cortada la línea 10 durante muchas horas, es la reacción de la empresa y el gobierno regional; ninguna.
El silencio de Metro de Madrid
Manteniendo las respectivas diferencias -y con el máximo deseo de que la similitud nunca vaya a más- son muchos los que han recordado la actitud inicial de FGV y el Gobierno valenciano tras el accidente de Jesús, en el que murieron 43 personas y 47 resultaron heridas. Por todos los medios posibles intentaron tapar el suceso, incluso al nivel que el informativo del ya desaparecido Canal Nou empezó con otra noticia.
Y es que la información al viajero sobre los cortes de servicio producidos en la línea 10 del metro de Madrid por los descarrilamientos se limitó a alegar causas técnicas. Además, durante estas fechas, en la sala de prensa de la web tan sólo emitieron un comunicado… sobre el ahorro energético conseguido en 2013. En el Twitter oficial, nadie respondió diciendo la verdad. Y han tenido que ser los trabajadores quienes, jugándose su pan, han informado de los hechos reales. Incluso se ha filtrado alguna foto.
¿Manipulación de la realidad?
Esta misma semana, en Ferro Noticias publicamos la presentación de las Metrolineras, un proyecto con la misma función y esencia que las Ferrolineras diseñadas por Adif. Pero, con poco orgullo y mucho ego, intentaron venderlo como algo novedoso y pionero y en ningún momento Metro ni la Comunidad de Madrid mencionaron al proyecto desarrollado por el Ministerio de Fomento. Realmente, la única novedad, aparte de la tecnología usada, es su aplicación en una red de metro.
Hace hoy justo un mes, Metro de Madrid también fue noticia debido a la orgullosa venta de trenes con sólo 15 años de edad al Subte de Buenos Aires. En esa ocasión, los gestores políticos remarcaron el ingreso de 32 millones de euros. Pero se callaron que, para los madrileños, esta operación supuso una pérdida de 33 millones de euros. Debido al coste de compra de dichos trenes, su ridículo precio de venta y su falta de amortización.
Los hechos demuestran una total falta de transparencia y da la sensación que desde la Comunidad de Madrid se elige muy bien qué información comunicar y cómo hacerlo. Y los perjudicados, como siempre, los ciudadanos y usuarios del metro de Madrid. Los mismos que tienen que sufrir las consecuencias de un descomunal despilfarro económico que llevó el metro a donde no hacía falta en ese momento o, al menos, en la manera en la que no hacía falta. Un despilfarro con el que se compraron trenes que no eran necesarios y se hicieron reformas en estaciones que no lo necesitaban. Un inasumible gasto en autobombo institucional sin precedentes, que ni si quiera incitaba a usar más el transporte público.
Es necesaria una política de comunicación nueva
Son muchas cosas las que necesita Metro de Madrid para mejorar y recuperar la reputación tan buena de la que no hace muchos años gozó. Entre ellas, centrarse en prestar un buen servicio con frecuencias que se adapten realmente a la demanda o fijar unas tarifas asumibles por las familias que peor lo están pasando y que, si usan el metro, sólo lo pueden hacer sin pagar el billete.
Pero si algo es realmente imprescindible, es una nueva política de comunicación. Todos cometemos errores, pero todos podemos enmendarlos. La gente reclama saber la verdad y es bueno que la sepan, aunque haya habido un descarrilamiento. Porque la falta de información genera especulaciones y falsos temores; en especial con los recientes casos del accidente del metro de Valencia y el de Renfe en Angrois.