Siempre he defendido que el ferrocarril era el medio del transporte del futuro. Una afirmación que hacía no desde la profunda pasión que siento por este medio de transporte (no creo en el “esto es bueno porque a mí me gusta”), sino desde el conocimiento y mi profunda sensibilidad con el cuidado del único hogar que tenemos.
Es el medio de transporte más eficiente, tanto para el transporte de personas como de mercancías. Lo es a nivel energético, a nivel de optimización del espacio y también, diría, a nivel de todos los tipos de impacto ambiental; habida cuenta de que las emisiones de gases de efecto invernadero son sólo una de las múltiples formas en las que la actividad humana perjudica al planeta.
Parece que estamos en medio de un gran punto de inflexión, en el que las autoridades de una gran mayoría de países empiezan a apostar de verdad por este medio de transporte. Ha habido que esperar a verle las orejas al lobo, pero está claro que el ferrocarril en todas sus formas va a volver a tener el protagonismo que nunca debió perder.
Una clave para que esta apuesta funcione son las infraestructuras. Es necesario seguir construyendo líneas que atiendan a las necesidades de transporte con el foco puesto en la interoperabilidad, para que un tren pueda llegar tan lejos como necesite con la menor cantidad posible de impedimentos. Pero también es imprescindible mantener lo que ya está construido en las mejores condiciones para garantizar la máxima fiabilidad, mejorar la calidad del servicio y hacer del tren un medio de transporte más atractivo tanto para viajeros de todos los tipos como, asignatura pendiente, mercancías.
Las infraestructuras ferroviarias son nuestro futuro.
Miguel Bustos,
Fundador y director de Trenvista