Ha sido la noticia de la semana pasada, repetida por todos los medios de comunicación. Joe Biden ha vencido a Donald Trump en las elecciones a la presidencia de Estados Unidos. Y se convertirá, a sus 78 años, en el 46º Presidente de la nación más poderosa del mundo.
Algo que poco tendría que ver con Trenvista si no fuera porque su apodo más popular es “Amtrak Joe”.
Es un reconocido apasionado del ferrocarril, usuario más que habitual de este medio de transporte y un gran precursor del mismo a lo largo de su extendida carrera política.
¿Qué es lo que ha hecho que quien está a punto de convertirse en una de las personas más poderosas del mundo desarrolle esta pasión y se haya convertido en un rayo de esperanza para Amtrak en un momento muy delicado en el que la empresa ve su futuro en jaque?
A continuación el origen, evolución y consecuencias de esta pasión que el próximo presidente de los EEUU siente por el ferrocarril.
El origen de Amtrak Joe, una tragedia
El año 1972 marcó un antes y un después en la vida de Joe Biden y no solo por haber sido elegido senador por Delaware por primera vez.
Poco después de un mes de haber conseguido su primer triunfo político, una gran tragedia marcó su vida. Su mujer Neilia Hunter Biden y su hija Naomi, de tan sólo 13 meses y 10 días de vida, murieron en un accidente de tráfico. Iban a comprar un árbol de Navidad que nunca llegó a casa.
En el coche también viajaban sus otros dos hijos, Hunter y Beau, quienes por fortuna pudieron curarse de sus heridas. Eso sí, Beau Biden no podrá ver a su padre cumplir su sueño de ser presidente ya que un tumor cerebral le arrebató la vida en mayo de 2015 después de dos años de lucha contra la enfermedad.
La tragedia de perder a su mujer de tan solo 30 años y a su bebé fue crucial para que aquel joven Joe Biden (que tenía la edad de Neilia) tomase una decisión trascendental: usaría el tren para ir desde su casa de Wilmington al Capitolio en Washington.
Y no de forma esporádica. Sino todos los días, para poder pasar el máximo tiempo posible con sus hijos. Y desde 1977 con su actual mujer y futura primera dama, Jill Biden.
Política a todo tren
Según él mismo, esto le ha hecho viajar en tren unos 3 millones de kilómetros. Y pasar dentro de ellos un total de 4 años de su vida.
Se dice rápido.
Los deseos de Biden de convertirse en presidente no son nuevos. En junio de 1987 se postuló como candidato en las primarias del Partido Demócrata para las elecciones de 1988. Y el lanzamiento de su campaña lo hizo desde el balconcillo de atrás de un tren, el “Biden Express”.
Y en la carrera electoral del año 2020 también ha usado el ferrocarril para hacer campaña. En concreto con el “Build Back Better Express”, en el que se desplazó por Pensilvania y Ohio.
Una composición formada por las locomotoras 100 y 114, del tipo P42DC “Genesis”, el coche para conferencias 9800 de la serie Metroliner, 4 coches de la familia “Amfleet” y 2 coches de la serie “Viewliner”; en concreto el 10004, uno de los prototipos y empleado actualmente para la inspección de vías, y el restaurante 68012 fabricado por la española CAF en Nueva York.
Sus promesas para mejorar el ferrocarril
La situación actual de Amtrak, como buena empresa de transportes, es de crisis profunda. La pandemia de coronavirus ha hecho que los ingresos caigan en picado y la corporación, aparte de recortar servicios, se ha visto obligada a despedir a 2.000 empleados.
Otras 2.400 personas ven peligrar sus puestos de trabajo si Amtrak no consigue ayudas de emergencia por un importe de 2.800 millones de dólares de aquí a diciembre.
Mat Hill, portavoz de la campaña de Biden, asegura que el futuro presidente está comprometido con los empleados de la empresa. Con los que ha establecido excelentes relaciones durante todos sus viajes.
Pero el margen de maniobra del futuro presidente en este asunto es escaso, ya que no será investido hasta el 20 de enero. Sin embargo, sí puede influir en que el Congreso apruebe las ayudas que Amtrak necesita para salvar esos empleos.
Parte de esas ayudas podrían salir de los 3.300 millones de los que dispone la empresa para realizar inversiones. Pero que para usarlos con otros fines necesita permiso de la Cámara de Representantes.
La segunda gran revolución del ferrocarril
Durante la campaña Biden ha prometido que su gobierno desencadenará la segunda gran revolución del ferrocarril en Estados Unidos. Buscando tener el sistema ferroviario más rápido, seguro y limpio del mundo. Tanto para viajeros como para mercancías.
Por un lado tiene el objetivo de mejorar la red actual de Amtrak para hacerla más eficiente, menos contaminante y apta para mejorar el servicio prestado. Objetivo que incluye potenciar la electrificación de vías para todo tipo de trenes.
Por otro lado ha prometido expandir la alta velocidad por el país. Con propuestas como:
- Aumentar la velocidad del corredor nordeste para reducir a la mitad el tiempo de viaje entre Washington y Nueva York.
- Ampliar este corredor hacia el sur.
- Construir un túnel bajo el Río Hudson más seguro.
- Contribuir a la finalización de las infraestructuras de alta velocidad en California.
- Empezar la construcción de una red de alta velocidad en el Medio y Lejano Oeste, que además conecte las dos costas del país. Con precios asequibles para todos los viajeros.
Respecto al transporte de mercancías, ha prometido contribuir (aparte de a los proyectos de electrificación) a la construcción de un puente que una Oregón con el Estado de Washington y al desarrollo del proyecto CREATE de Chicago que ayudará a reducir los tiempos de transporte.
Estrategias que se enmarcan en un ambicioso plan para reducir la emisión de gases contaminantes a nivel federal y mejorar la movilidad de los estadounidenses. Cuyo país está lejos de tener las mejores infraestructuras.
La influencia de Joe Biden en la política ferroviaria de Obama
Los planes de construir una red de líneas de alta velocidad en Estados Unidos resulta más que familiar.
Era una de las propuestas estrella de la administración de Barack Obama, de la que su vicepresidente Biden fue una parte fundamental.
Fue él mismo quien en 2011 anunció un ambicioso plan de 53.000 millones de dólares para materializar esa promesa.
Si bien apenas se pudo materializar, en parte por el rechazo de algunos Estados a las ayudas federales, se dieron algunos pasos importantes. Incluso el por aquel entonces secretario de Transportes, Ray LaHood viajó a Europa para aprender de los avances del viejo continente en este tipo de infraestructuras.
Además, si bien durante toda su carrera política ha defendido una buena financiación de Amtrak, en 2016 anunció el mayor préstamo de la historia hecho a la empresa por el Departamento de Transportes. Un total de 2.450 millones de dólares destinados a comprar los nuevos trenes para el servicio Acela (los Avelia Liberty de Alstom), así como para renovación de infraestructuras y la rehabilitación de cuatro estaciones.
Entre ellas, la mítica Union Station de Washington, o la Baltimore Penn.
Por lo que si bien es cierto que es imposible saber cuántas promesas hechas por Joe Biden se materializarán, podemos tener por seguro que vienen tiempos mejores para la industria ferroviaria estadounidense. Con un impacto positivo en las del resto del mundo.
Foto de cabecera: Joe y Jill Biden en el Build Back Better Express. Foto: Adam Schultz / Biden for President.